Tal vez mientras esperamos un autobús que llegaba con retraso, o cuando un bebé no dejaba de llorar (y nada lograba traquilizarlo), o quizás aquel día que esperamos durante lo que pareció una eternidad en la fila del supermercado.
Lo cierto es que aprender a esperar no siempre resulta fácil. Pero hacerlo es importante, incluso para la salud.
Cuando nos impacientamos, sentimos frustración y aumentan los niveles de estrés y adrenalina.
Pero existen otros peligros vinculados a la falta de paciencia que, al menos a primera vista, no resultan tan evidentes.
Expertos han señalado que las personas impacientes tienen más probabilidades de ser obesas que aquellas que saben esperar, pues suelen alimentarse peor y consumir mayores cantidades de comida rápida, sobre todo cuando tienen fácil acceso a ella.
A (aquel que corresponde a personas impacientes y hostiles) tiene un 84% más de riesgo de sufrir hipertensión, en comparación con quienes tienen un carácter más calmado, después de analizar más de 3.300 casos a lo largo de 15 años.
La razón, apuntan los expertos, es el estrés asociado a la impaciencia, que puede llegar a estrechar los vasos sanguíneos, incrementando la presión arterial.
Por último, un estudio de la Universidad Nacional de Singapur y de las universidades norteamericanas de Berkeley y Pensilvania, recientemente publicado en Proceeding of the National Academy of Science, reveló que ser impaciente también puede acelerar el envejecimiento.
Al fin y al cabo, tal y como recuerda el saber popular, puede que la paciencia sea «la madre de todas las ciencias».
Texto BBC