La crisis de los cincuenta años afecta de diferente manera a las mujeres. En los tiempos remotos de la generación de nuestras madres, la entrada y el acceso a la cincuentena por parte de la mujer, implicaba un cambio radical, acompañado de múltiples renuncias, en casi todas las áreas que componen su vida, su actividad y hasta su identidad.
Desde el ámbito de la moda en el vestir, cuyos dictados al alcanzar tal edad impulsaban a ampliar en muchos centímetros la longitud de la falda, penetrando incluso en el aspecto de la actividad social, que disminuía drásticamente hasta hacerla acorde a lo que se suponía ortodoxo en una consagrada abuelita; todo impelía y provocaba que los cambios físicos fueran, a la postre, los menos importantes y drásticos.
Encontrarse sola y sin pareja a estas edades era interpretado poco menos que como un signo de ser una inadaptada social, una excéntrica extraterrestre. O lo que es el equivalente a una crisis de los cincuenta años de caballo. En los cerebros de nuestras madres se grababa a sangre y fuego aquella frase de que siempre era mejor lo malo conocido, y cercano que lo bueno por conocer…
Los tiempos han cambiado inapelable y contundentemente y ahora las mujeres se asoman al balcón de la cincuentena pretendiendo realizar cosas diferentes e innovadoras. Ante los signos lacerantes de la pre-menopausia, reaccionamos asumiendo tales cambios de etapa vital y cuidándonos mucho más y mejor sin renunciar a nada, ya sea la moda o el sexo.
Solteras, emparejadas temporalmente, casadas o divorciadas; todas ocupan un lugar en la sociedad que indudablemente ha alcanzado un peso específico propio y, como tal, es tenido en cuenta por otros segmentos sociales y económicos que antes nos ignoraban.
La mujer ha aprendido que el equilibrio y la sensación de felicidad no consisten en estar siempre en perfecto estado de revista, sino en aprender a gestionar adecuadamente los cambios experimentados mediante la construcción de sólidos cimientos psicológicos a los que nuestras madres, por cultura y por inexistencia de los procedimientos apropiados, no tuvieron acceso.
Nuestras madres vivieron el paso del tiempo desde una perspectiva más culpable a la hora de tomar multitud de iniciativas. Importaba el qué dirán de una forma contundente e insuperable, por lo que nunca llegaban a realizar ese viaje soñado con las amigas, a tomar la decisión de separarse de sus maridos -por muy deteriorada que estuviera la relación conyugal-, a estudiar esa carrera para la que nunca dispusieron del tiempo adecuado, etc. En vez de rebelarse, aprendieron a convivir con la resignación y con el conformismo.
Y en los hombres…como les afecta: el 82% de los hombres sufren andropausia al llegar a los 50 años…la crisis de la mediana edad puede provocar pérdida de interés, falta de competitividad, estrés familiar o depresiones agudas, en el sexo masculino, próximamente, los hombres