25/10/2024

Cómo detectar la fobia escolar, un trastorno real que provoca gran sufrimiento en los niños

El rechazo a asistir al colegio es un motivo frecuente de consulta psicológica

Fobia Escolar exportat
07/10/2019

De manera repentina, Laia, una niña de 11 años responsable y autoexigente, comenzó a sentir malestar psicológico y ansiedad ante la expectativa de ir a la escuela. Diariamente lloraba, y durante las horas de clase empezó a sufrir problemas de concentración. Sólo la llegada del fin de semana mejoraba su estado de ánimo. Sus padres decidieron llevarla a una especialista que le diagnosticó fobia escolar, un trastorno que es motivo de consulta en los centros de salud mental infantil de manera “frecuente”.

Pero “no todos los niños” sobre los que existe la sospecha de que pueden padecer este tipo de trastorno de ansiedad realmente lo sufren, según la psiquiatra Abigail Huertas Patón. “En muchas ocasiones se debe a otras cosas, como conflictos o problemas de aprendizaje”, comenta esta especialista, socia de la Asociación Española de Psiquiatría de Niños y Adolescentes (AEPNyA). Precisamente, esta asociación publicó un protocolo para diagnosticar y tratar la fobia escolar.

Esta guía concreta los síntomas que padecen los aquejados por el trastorno, como angustia anticipatoria, que aparece justo antes de acudir al colegio o bien la tarde antes con aumento de los síntomas al anochecer. La fobia escolar también se manifiesta a través de náuseas, vómitos, diarreas, dolor de barriga y cefaleas, un cuadro neurovegetativo que en los padres de los pacientes acostumbra a generar una gran alarma, lo cual puede resultar contraproducente para abordar el problema.

El trastorno suele “aparecer de repente, a raíz de algún suceso importante y estresante” en la vida del niño o de la niña, asevera Huertas. “Un hecho traumático que provoca que el traspaso de casa a la escuela sea algo insuperable” para el menor, añade la psicóloga infantil Montse Doménech, al tiempo que detalla que los niños fóbicos suelen ser inseguros y tener baja autoestima. “Normalmente, están muy sobreprotegidos debido a determinados problemas o a que todavía no han tenido tiempo de desarrollar sus propias capacidades porque los adultos que los han cuidado han suplido estas tareas en su lugar”, dilucida la especialista.

Los expertos aseguran que la distinción entre la fobia escolar y la ansiedad por separación –más común entre los niños pequeños– en ocasiones es complicada y, además, ambos trastornos pueden darse al mismo tiempo. Sin embargo, tanto la fobia escolar como la ansiedad por separación “se relacionan con la debilidad del menor para afrontar ciertas situaciones”, apunta la psicóloga.

Según el protocolo de AEPNyA, no existen datos concluyentes de la prevalencia de la fobia escolar entre la población infantil y adolescente, si bien sostiene que es más frecuente a partir de los 12 años, aunque puede ocurrir en cualquier momento del periodo de escolarización. Asimismo, especifica que los menores aquejados por este trastorno no tienen un nivel intelectual ni un rendimiento escolar diferente al resto.

El psicólogo infantil y psicoterapeuta de niños y adolescentes Román Pérez Burin advierte de que “los niños hasta los 12 años pueden pasar por momentos de resistencia a ir a la escuela”, lo cual no significa que sufran una patología, sino que tiene que ver con “circunstancias de la vida cotidiana que no saben resolver y que intentan evitar porque les provocan malestar”. En muchos de estos casos el niño o niña no deja de ir a la escuela, pero muestra desgana y miedo ante la expectativa de asistir al centro escolar.

“No hay que alarmarse, pero hay que tomarlo como un indicador de una situación que debe abordarse”, avisa este profesional, miembro del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya. En este sentido, recomienda a los padres que intenten averiguar “cuáles son las bases de las quejas” del niño, que debe tratar de explicitar cuáles son los momentos que le hacen sentirse mal: si es en la clase, en el patio o bien en el comedor.

El psicólogo puntualiza que, para los niños de corta edad, asistir al colegio desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde supone un esfuerzo, por lo que también tienen derecho a quejarse un poco. “Los padres deben mostrar su comprensión dándoles apoyo y acompañamiento y no insistir en la exigencia”. Y concluye: “Hay un grado de queja que hay que poder soportar en el buen sentido de la palabra”.

Pero, ¿cuándo hay que acudir al especialista? “Cuando el rechazo a la escuela no es algo puntual, sino que se extiende en el tiempo”, aclara Pérez Burin. Y sobre todo cuando el niño “tiene un sufrimiento importante, los padres se sienten desbordados y desde la escuela tampoco pueden detectar causas claras”.

El especialista también señala que esta conducta a veces es sólo la punta del iceberg del problema, ya que el malestar se encuentra en realidad en el niño. “La conflictiva psicoemocional lo deja atrapado y es su manera de pedir ayuda”, añade el psicólogo. Al respecto, la psiquiatra Abigail Huertas Patón lanza la siguiente advertencia: “Si no se interviene a tiempo, el menor puede tener un fracaso escolar o desarrollar síntomas depresivos”.

La psiquiatra apunta que los niños sufren con frecuencia diversos trastornos de ansiedad –como la fobia escolar– de los que “se recuperan” si se les ofrece el tratamiento adecuado. De hecho, el informe Salud mental y salud pública en España. Vigilancia Epidemiológica, del Instituto de Salud Carlos III, concluye que un 19% de los niños de entre 5 y 14 años han sido diagnosticados de algún tipo de trastorno mental, siendo la depresión y los trastornos de ansiedad y de conducta los que tienen una mayor prevalencia entre este segmento de población.

En ocasiones, ante la insistente negativa de un niño o niña de asistir al centro escolar, los padres reaccionan inculcándoles que el colegio es una obligación, se muestran malhumorados y a veces, incluso, llegan a imponerle algún tipo de castigo. Sin embargo, los expertos consultados desaconsejan esta manera de abordar el problema. “Hay que convencer al menor de que acudir a la escuela es beneficioso para él y no una obligación”, señalan.

Normalmente, los especialistas sugieren tratar el trastorno con psicoterapia, y si el niño o niña manifiesta mucho malestar emocional, no responde bien al tratamiento o vuelve a recaer tras cada período vacacional, se suele recetar algún tipo de medicación farmacológica específica para la ansiedad. No obstante, los expertos coinciden en que el objetivo terapéutico debe perseguir el ofrecer al paciente “herramientas para quesepa manejar los síntomas de la ansiedad que sufre”.

Román Pérez Burin explica que “es muy necesario” que el psicoterapeuta trabaje conjuntamente con la escuela manteniendo encuentros periódicos con el tutor, el especialista en educación especial o el equipo de orientación y atención psicopedagógica para poder hacer un abordaje interdisciplinario. “Porque estos casos requieren de una adaptación y de una flexibilización de algunas exigencias o requisitos escolares y familiares”, asegura.

Permitir que el niño deje de quedarse en el comedor escolar para que pueda partir la jornada escolar, sustituir algunos exámenes por trabajos en casa y ofrecerle la posibilidad de salir del aula cuando se sienta angustiado e, incluso, que sus padres puedan recogerlo antes de que acaben las clases, son algunas de las medidas que suelen indicar los profesionales. “Unas adaptaciones que se tienen que ir reajustando dinámicamente en función de la evolución de cada caso”, matiza Pérez Burin.

Por su parte, la psicóloga infantil Montse Doménech es partidaria de proponer incentivos al niño durante esta exposición progresiva a la escuela. Por ejemplo, prometerle que después de clase, se le gratificará con alguna actividad divertida. En el caso de menores de corta edad, otro recurso que puede dar buenos resultados, según la especialista, es dejar al pequeño un objeto del padre o de la madre antes de entrar a clase y pedirle que lo devuelva a la salida, si bien advierte que acostumbrar a los niños a recibir incentivos siempre tiene que ser un recurso “para hechos excepcionales”.

También Doménech destaca que es muy importante que el padre o la madre, o las personas a cargo del menor, no contagien su propio pánico. En cambio, considera apropiado que los padres transmitan seguridad al niño o al adolescente y le ofrezcan herramientas para superar su temor. Y, por último, aconseja que la relación con él “no esté centrada sólo en este problema y que intenten compensar esta situación que le obsesiona realizando actividades que no guarden relación con la escuela”.

Información Editada por La Vanguardia