Mohamed, vive en L’Hospitalet de Llobregat, más concretamente en el barrio de Sant Josep, muy cerca de la antigua fábrica Cosme Toda. Está muy contento en el barrio que reside, junto con su mujer y sus dos pequeños hijos.
Paga un alquiler de 800 euros, y conduce un taxi. Hace más de quince años que vino a Catalunya. Con sus padres se fueron a vivir a Ciutat Vella, en Barcelona. Después cuando se independizó, estuvo unos años en el barrio de la Florida, y ahora en el de Sant Josep. Considera que es un buen sitio para vivir, «lo tengo todo muy cerca de casa, es un barrio tranquilo y con muy buena convivencia, estamos bien».
Mohamed, vino a trabajar y a ganarse la vida, «no a robar ni a delinquir», reitera en diversas ocasiones. No hace mucho tiempo, cuando prestaba un servicio de taxi, le robaron, le amenazaron con un cuchillo, se resistió, y le clavaron un navajazo en la cabeza.
Tiene miedo, cuando trabaja de noche, él y la mayoría de taxistas, de Barcelona y el área metropolitana. Tienen tanto miedo, que ya no utilizan ni las paradas de taxis, cercanas a las Ramblas de Barcelona, aunque al lado haya una comisaria de Policía.
«Yo, al igual que muchos de mis compatriotas, hemos venido a trabajar, a buscar un entorno seguro, porqué en nuestros países no lo tenemos, poder dar un buen futuro a nuestros hijos» «No entiendo las leyes de España, como puede ser que delincuentes que han robado reiteradamente, que se sabe por donde se mueven, que son un peligro para los ciudadanos, no se les expulse a sus países de origen. Esto nos perjudica a todos, y nos pone a todas las personas de origen extranjero en el mismo saco. Y no lo veo correcto»
Mohamed, me trasladó desde una clínica del centro de Barcelona, hasta L’Hospitalet centro, a última hora de la tarde de este viernes, y la conversación duró, lo que duró el viaje. De hecho los dos somos casi vecinos. Cuando entramos a L’Hospitalet, por la antigua carretera provincial, desde el barrio de Santa Eulàlia, le explique un poco por encima, la historia de Can Trinxet, los antiguos Burots..., estuvo atento, y preguntó.
Mohamed creo que es un buen hombre, un buen ciudadano, no tuve tiempo de conocerle en profundidad, pero me causó una magnífica impresión. Al despedirnos, coincidimos los dos con la misma frase, «estoy contento de haberle conocido, ha sido un placer hablar con ud».
Él, originario del Paquistán, y yo nacido en L’Hospitalet de Llobregat. A pesar de haber llegado al mundo desde puntos tan lejanos, los dos llegamos a la conclusión que el mundo es más pequeño de lo que parece, y que aunque somos muchos, nos podemos entender, solo les pedimos a los políticos que tomen decisiones justas para la mayoría, para que protejan a las personas que quieran vivir en paz, que quieren trabajar, y que quieren convivir con respeto, sean del país de origen que sean. «Nos tenemos que ayudar más entre nosotros», terció, Mohamed.