Es un fenómeno urbano que no gusta a vecinos y vecinas, en cualquier ciudad de Catalunya, y del resto de España, pero que no acaba por resolverse. No suele pasar de la queja entre vecinos.
Las compañías, para ahorrarse costes de instalación, en lugar de desplegar un tendido legal, soterrado como dicta la normativa, usan las fachadas privadas para fijar los cables, las palomillas, la fibra y las aparatosas cajas de empalmes, agravándose así la onerosa servidumbre de soportar los gruesos y pesados cables del tendido eléctrico que ya bastante afean y deterioran las fachadas.
Las compañías de Internet, eléctricas y telefónicas tienen la mala costumbre de considerar que las fachadas de las casas son de dominio público y que, por tanto, pueden usarlas a placer para su beneficio económico y conveniencia.
Los operarios de las compañías trabajan a destajo, con prisa: les pagan muy poco
La presencia de cajas y cables de telecomunicaciones como la fibra óptica o la telefonía, en las fachadas de los edificios. Es el horror del progreso, la factura que pagamos por la tecnología, el abuso del cable.
En algunos barrios pueden observarse hasta cuatro y cinco de estas cajas, que los técnicos conocen como torpedos, apiñadas en apenas dos metros cuadrados y con incontables cables.
Ya no nos damos cuenta, porque ya lo tenemos tan interiorizado que la mirada ni lo detecta. Es cuando alguien nos lo advierte, que ya no podremos dejar de verlo por todas partes.
Líneas de cables negros pegados de diez en diez y de veinte en veinte por las fachadas de los edificios, cortando pisos por la mitad hasta llegar al de al lado. Rompe la línea de cables enredados un cuadro de plástico del que cuelga otro manojo, la mitad pelados y la otra mitad cortados, y un cable grande y otro delgado que nadie recuerda para qué sirven.
José T. es vecino del barrio de Sant Josep de L’Hospitalet. Ha tomado la foto en la rambla de Just Oliveras
Salvan obstáculos como si fueran seres vivos o raíces, como las hiedras que se comen las paredes de piedra de los pueblos abandonados, aunque esta hiedra artificial no la sube la naturaleza, sino la mala traza o la desidia del hombre.
Gran parte de lo que vemos en las fachadas es el antiguo cableado de cobre telefónico. Y las antiguas redes de Menta y Ono, y las posteriores de fibra óptica de Movistar, Orange y Adamo. Es decir, coincide cableado funcional y cableado obsoleto.
Cuando una compañía recibe un alta de instalación, pongamos por ejemplo de fibra, normalmente tiene una empresa subcontratada que le hace el trabajo. Es decir, una empresa que actúa en nombre de la gran compañía para realizar la instalación y la compañía le paga un tanto que normalmente se negocia a la baja, en paquetes por zonas de habitantes y el llamado precio por acceso. Este precio a la baja implica, que los operarios vayan a destajo, con cierta prisa, y que aprovechen las líneas de cables ya existentes para añadir otra, porque “ya no viene de aquí”.