Los videojuegos son entretenidos, motivadores, estimulantes y divertidos. Sin embargo, un uso abusivo puede convertirse en un trastorno importante. La adicción a los videojuegos es una realidad clínica. De hecho, la última evidencia científica señala que aproximadamente un 3% de la población está sujeta a sufrir este tipo de adicción comportamental, con graves consecuencias en el ámbito personal, familiar, social, laboral y/o académico.
“El riesgo problemático del uso de videojuegos existe en ambos géneros. Aunque se ha asociado tradicionalmente al género masculino, recibimos cada vez más consultas de chicas”, según ha explicado la psicóloga clínica Susana Jiménez, jefa de la Unidad de Juego Patológico y Adicciones Comportamentales del Hospital Universitario de Bellvitge (HUB) e investigadora del IDIBELL
«Estos datos son una evidencia de las consecuencias en salud mental a medio y largo plazo en cuanto al uso abusivo de videojuegos durante los períodos de confinamiento», tal y como apunta la psicóloga clínica. «Hasta que pacientes y familias no reconocen que la pasión por los videojuegos es en realidad una adicción, no acuden a las consultas a los dispositivos asistenciales y asociaciones de autoayuda, y pueden pasar meses», añade.
La mayoría de los estudios apuntan a que los videojuegos de carácter masivo, online, de rol y multijugador -conocidos como MMORPG- son los que más problemas de uso excesivo generan.
¿A qué señales debemos estar atentos?
Según el equipo de la Unidad de Juego Patológico y Adicciones Comportamentales (sin sustancia) del Hospital de Bellvitge, éstas son señales de alerta:
- Relevancia en la vida de la persona
- Pérdida del autocontrol sobre esta actividad
- Un tiempo excesivo dedicado a los videojuegos de forma diaria (por ejemplo, 4- 5 horas)
- Aumento de la irritabilidad, ansiedad y tristeza al dejar de jugar
- Abandono de otras actividades sociales, escolares/laborales y lúdicas, así como consecuencias negativas en otros aspectos vitales
- Persistencia en el uso de videojuegos, a pesar de todas sus consecuencias negativas.
“En el contexto adecuado y con un patrón de uso saludable, los videojuegos pueden ser educativos, aumentar determinadas capacidades y habilidades, mejorar la autoestima y las relaciones sociales e incluso practicar idiomas. Pero, al mismo tiempo, debemos reconocer y prevenir el impacto negativo que pueden tener a raíz de un uso abusivo, y como sociedad debemos asumir de forma compartida la responsabilidad de promover el uso saludable de las nuevas tecnologías”, insiste Susana Jiménez.