En la época precientífica un cielo rojo no era precisamente señal de buenas noticias. Una superstición que quedó muy bien reflejada en el largometraje El Señor de los Anillos cuando Legolas dijo: «el sol se alza rojo, se ha vertido sangre de noche». Los colores del cielo son el resultado de una mezcla entre la composición de la luz, la atmósfera y nuestra propia fisiología.
Desde Isaac Newton es conocido que la luz es blanca y está formada por los colores del arco iris. Cuando tiene que atravesar la atmósfera interacciona con las partículas, se descompone y los colores se desperdigan en todas las direcciones. El azul se dispersa más que el resto dando al cielo un tono azul violeta. De hecho deberíamos verlo también violeta pero los conos, unas células fotosensibles que hay en la retina, son sensibles al azul y eliminan el violeta.
El cielo adquiere tono cálidos porque al atardecer o amanecer los rayos solares tienen que atravesar una parte de la atmósfera mayor y pierden el azul. Lo que llega a las nubes altas son los colores rojos y esos son los que se reflejan a nuestro ojo. La fotografía fue tomada desde el barrio de Bellvitge de L’Hospitalet, este lunes por Imma Vilches, que la ha cedido a el TOT L’HOSPITALET.