Con una temperatura unos grados superior a la normal, más propia de finales de agosto que de primeros de octubre, el barrio de la Almeda en Cornellà, recibía los rayos de sol de otoño, con un ambiente limpio, y con un poco de imaginación te permitía trasladarte, a aquella Almeda, que yo tuve la suerte de conocer, a inicios de los años sesenta, plagada de campos floridos, y que se preparaban para encarar el invierno.
Era una Almeda, con alguna casa aquí y allá, y que vivía más como un barrio de la ciudad vecina L’Hospitalet, que no de Cornellà.
Este domingo, el pasear tranquilo de los ciudadanos, permitía recordar otras épocas, en que el tiempo discurría a otro ritmo. Gracias a las lluvias de septiembre, los parterres han recobrado el verde, y por unos momentos nos hacen olvidar que Catalunya vive una sequía extrema.
